Améstica, Luis2017-12-282017-12-2801/12/2015Base, Diseño e Innovación, 2015, Vol.2, Nº1, pp. 112-1170719-515Xhttp://hdl.handle.net/11447/1798Como doctor en Ingeniería Química, trabajé con la Universidad de Chile y la International Copper Association haciendo llamados a concursos de proyectos de innovación en cobre a nivel mundial. Durante cuatro años estuve a cargo del concurso que convocaba a cerca de tres mil investigadores, cuyo premio era financiarles parte de sus estudios, apadrinarlos en el patentamiento y llevar la idea al mercado. Es a partir de la inspiración que me dieron esos proyectos que comenzó a nacer la idea del cobre antimicrobiano. Con unos amigos —otro ingeniero químico y uno comercial— creamos Copper Andino alrededor del año 2007, casi al mismo tiempo en que la Environmental Protection Agency (EPA) de Estados Unidos declarara al cobre como el único metal con propiedades antimicrobianas que no contamina el ambiente. Nuestro propósito fue aplicar el cobre en polímeros. Ganamos un par de proyectos de Corfo, pensando en el desarrollo de los hilados y un capital para hacer un estudio de mercado de los diabéticos. Como empresa no elaboramos productos, sino que generamos soluciones y buscamos gente que pueda llevarlas al mercado. Nuestra investigación y desarrollo se relaciona con cómo podemos agregar mezclas de sales de cobre y zinc en polímeros para otorgarles propiedades biocidas. Los polímeros son macromoléculas (generalmente orgánicas) formadas por la unión de moléculas más pequeñas llamadas monómeros. El almidón, la celulosa, la seda y el ADN son ejemplos de polímeros naturales. Nosotros encontramos que el cobreunido al zinc aporta un beneficio más amplio que el cobre solo. Esa fue una de las gracias y eso fue lo que patentamos: sales de cobre con sales de zinc.112-117spaCopper andinoInnovaciónIndustria del cobrePolímeros del metal rojoLa revolución del cobreCopper revolutionArtículo